miércoles, 23 de marzo de 2016

“VIVIR PARA RECORDAR”

¡Hola!
 Hoy os traigo un cuento escrito por mí al cual tengo muchísimo cariño.


“VIVIR PARA RECORDAR”
Tiros, gritos, muerte, silencio. Parece un sueño, pero para mí, todo fue real.
No sé si debería llamarlo suerte, muchos, incluso, hablan de milagro. La muerte pasó por delante de mí, sin tan siquiera mirarme, como una fría exhalación en un océano de sangre.
Creo que todos tenemos nuestra suerte en esta vida y quizás ese no era mi momento. Aunque, cabe decir, que yo no creo en las casualidades.

Aquella mañana de noviembre me levanté más tarde de lo habitual. Los numerosos exámenes de esa semana, habían causado estragos en mi cuerpo  y el cansancio se aferraba a mis huesos con gran intensidad.  Desayuné aún adormilada, y corrí en dirección a la universidad, donde me esperaba otro monótono viernes que anunciaba un fin de semana aburrido.
Llegué con el tiempo justo para recoger mis libros de la taquilla, aunque algo extraño le sucedía esa mañana. Por más que probaba una y mil veces la combinación, no se abría. Esas cosas me sacan de quicio y no puedo decir que la paciencia sea mi mayor virtud, por lo que terminé golpeando el rudo metal verde oscuro hasta dejarme pintura descascarillada en los nudillos. De repente, una mano fuerte me agarró por los  hombros y me apartó de mi metálico contrincante, con fuerza. No pude verme, aunque la ira, o tal vez la vergüenza, ascendían por mi tez pálida, volviéndose de un rojo intenso.
Levanté la vista y me topé con unos ojos de un azul gélido electrizante, que parecían hundirse en las profundidades del mismísimo océano.  Esos ojos pertenecían a un joven algo  mayor que yo, el cual me observaba atónito con una media sonrisa dibujada en su rostro.
-¿Qué te ha hecho mi pobre taquilla?- me dijo- con un acento francés chapurreado, mientras reprimía una carcajada.
Y entonces lo miré y me percaté de que aquella magullada taquilla no me pertenecía. La había confundido.
-La próxima vez no te escaparás tan fácilmente -me dijo, guiñándome un ojo.
En ese momento sonó el timbre que anunciaba el inicio de las clases y salí corriendo.
Creo que nunca me había sentido tan estúpida, me martirizaba, no podía concentrarme. Esos enigmáticos ojos azules nublaban mi memoria. Aunque algo en mí me decía que un halo oscuro se cernía sobre ellos.
Durante todo el día, en los cambios de clase, lo busqué con la mirada. Pregunté a mis compañeros, pero nadie sabía nada de aquel joven. Al final de la mañana, cuando ya había perdido toda esperanza de encontrarlo, lo vi. Se encontraba en el centro de un pequeño grupo de amigos, con un cigarro en la mano, con el cual, señalaba en un pequeño mapa de la ciudad. Serían alumnos nuevos, pensé, nunca los había visto por allí. Al verme, é me saludó con un leve movimiento de  cabeza y su sonrisa iluminó mi rostro de felicidad.
La tarde se presentaba tranquila, y yo, absorta en la rutina diaria, caminé con aire soñador hacia casa, por las frías calles de la capital.
Por el camino me encontré con mi mejor amiga, Chloé, radiante de felicidad y con un folleto en la mano,  que anunciaba un concierto de rock. La miré dudando, pues a ella no le gustaba ese tipo de música.
Al ver mi cara de sorpresa, rompió en una de sus monumentales carcajadas, que hicieron temblar el suelo a nuestros pies, y me dijo: -  ¿Adivina quién me ha invitado a su concierto esta noche?
En verdad, yo sí lo sabía, llevaba meses escuchándola hablar de un tal John, un joven británico que presumía de formar parte de una pequeña banda de rock.
Charlamos un rato, durante el cual me contó que su nuevo fichaje era el telonero de una importante banda de rock, “Eagles of Death Metal”,  que tocaba esa noche en la ciudad.
Intentó persuadirme para que me fuera con ella, para que no la dejara sola, y todavía no comprendo cómo accedí a ir a ese lugar, pues la timidez suele decidir por mí en la mayoría de las ocasiones.
Era de noche y desde la puerta de esa gigante sala de fiestas ya se podían escuchar los gritos y vítores hacia el conocido grupo, el cual ya empezaba a entonar los primeros acordes al sonido de una guitarra amplificada. Y entré junto a mi amiga a ese local, donde estaba a punto de empezar la noche de nuestras vidas.
No sabía cómo, pero envuelta en esa atmósfera de focos incandescentes, comencé a saltar y a reír al ritmo de aquella música estridente, que comenzaba a parecerme hermosa.  Llevábamos alrededor de una hora inmersas en ese mundo de risas, cuando empezó a entrarme sed y me separé de Chloé unos instantes para pedir unos refrescos en la barra. En ese momento comenzó mi pesadilla.
En medio de aquel bullicio, un sonido atronador reventó mis tímpanos. En un principio pensé que era un espectáculo pirotécnico, pero luego se oyeron gritos de todas partes y lo comprendí. Eran disparos.
No sabía qué hacer, el miedo se había apoderado de mi ser. Mis movimientos se asemejaban a los de una marioneta rota, balanceada por el viento. Intentaba reconocer algo que me aportara la seguridad de que no estaba sola en esa burbuja de dolor y me acurruqué lentamente en una esquina con el deseo de pasar inadvertida.
Abrí los ojos a causa del hedor que producía la mezcla de pólvora y sangre. Entonces lo vi y noté que mi corazón daba un vuelco.
Mi mirada se cruzó con la suya un leve instante, lo que fue suficiente para que pudiera reconocerle. Aquellos gélidos ojos azules, impregnados de sangre, helaron mi cuerpo y entonces, en mi cabeza resonaron con ímpetu  las  palabras que en aquel momento me parecieron tan lejanas como letales: “La próxima vez no te escaparás tan fácilmente”.
Apuntó su arma hacia mí y me preparé para morir. Escuché dos tiros, pero no hubo dolor. Volví a abrir los ojos, pero las lágrimas me impedían visualizarlo, aunque lo sentí. Me empujó detrás de una puerta con una suavidad que nunca habría creído posible en un asesino, y se fue.
Me quedé quieta, no sabía si todo había sido un sueño, si estaba muerta. Poco a poco dejé de escuchar ruido y el silencio inundó la sala contigua. Mi mente estaba nublada, no comprendía por qué me había salvado la vida. Yo no era nadie.
De repente, alguien abrió la puerta y gritó algo, pensé que había vuelto para rematarme. Pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que no era él, sino la policía. Me sacaron de allí  y entonces  la vi, mi mirada se posó en una rizada melena rubia, esparcida en un charco de sangre, en un mar de cadáveres. No pude más, me desmayé.
 No sé cuánto tiempo ha pasado desde aquello. Los recuerdos se amontonan en mi memoria y día tras día la culpa me corroe por dentro hasta que el dolor me hace gritar. Mi mente está nublada por el hielo de la mirada de aquél joven enigmático que me perdonó la vida, el asesino de Chloé.
Nunca más lo volví a ver, pero me suele visitar en mis pesadillas,  donde lo veo una y otra vez matar a Chloé.
Quizás esta era su mayor arma mortal, el dejarme vivir para recordar.

Viernes, 13 de noviembre de 2015


                                                              “Todos somos París”


*Primer premio en el concurso "Ángeles Pascual" 2016

9 comentarios:

  1. Qué bonito!
    Gracias por compartirlo.
    Un beso!

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  2. Me alegro de que te haya gustado!!
    A tí por leerlo!

    Besitos

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  3. ¡¡¡¡¡Impresionate!!!! Gracias por compartir

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  4. Qué bonito tu relato!!
    Me ha gustado mucho!!
    Enhorabuena por ese premio, muy merecido.
    Un beso !!

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  5. Muy bonito, muchas cosas por compartir cosas tan bonitas con todos nosotr@s.

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  6. Me encanto el relato *-*
    Gracias por compartirlo, un beso :D

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  7. Hola! Me hace tantísima ilusión leer vuestros comentarios...! Me anima a seguir escribiendo!
    Pd: Ya está publicada otra reseña, pasaos!
    Besitos

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  8. Es una preciosidad de relato Zoë. Tienenes "muy buena madera", joven escritora. Será un placer seguir tus evoluciones en este apasionante mundo de la literatura. Ya estoy deseando leer más.
    ; ) MC. Navarro

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  9. Hoy he tenido una experiencia fantástica en una clase de tu antiguo colegio San Francisco. He utilizado tu fantástico poema Amor olvidado como ejemplo de texto literario. Lo ha leído muy bien una de mis alumnas y luego lo hemos comentado. ¡Escribes muy bien! Les ha encantado.

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¡Hola! ¿Os ha gustado? Vuestros comentarios me hacen muuuy feliz :)