Tengo miedo.
Vivimos en un mundo en el que las máquinas van alcanzando cada vez más un eslabón en la cadena de la vida. En un mundo en el que estamos sumisos a aparatos que nosotros mismos hemos inventado, que nos condicionan, obstruyen y atentan contra nosotros, contra nuestra integridad. Las máquinas se están haciendo las dueñas de nuestra vida, controlan nuestros movimientos y nuestros pasos se dirigen ante un destino motorizado por cuerpos sin alma que vagan sin rumbo por el camino de la virtualidad.
Ya lo dijo Einstein, el día en el que las máquinas nos superen, el mundo solo tendrá una generación de idiotas. No le falta razón. Las evidencias son clave. Zombies diurnos que avanzan por las calles con la mirada fija en un punto, en un aparato de apenas unos centímetros que arranca la vida de estos seres como una sanguijuela enganchada a su víctima. Un parásito que está colonizando la sociedad y cuya única cura está muy lejos de nuestro alcance, puesto que la pandemia se expande a ritmos desmesurados. No podemos seguir la pista de cuántos están sometidos al influjo de esta enfermedad. No podemos asegurar que la vida persista en un mundo donde el frío metal se alza sobre la humanidad como un tupido velo que nos impide avanzar, soñar. Porque quizá la realidad no sea tan mala, pero desde una pequeña pantalla, sin duda está distorsionada.
Nos sentidos abrumados ante un tsunami de información que nos colapsa. Nos sentimos tan abrumados que no sabemos diferenciar lo que realmente es importante. Nos conformamos con la palabrería que otros inventan, nos conformamos con la información fácil que nos llega. Nos dejamos guiar en manada, como ovejas en un rebaño, sin destacar, ante la atenta mirada de jun pastar que no quiere dejar de controlar, que no quiere revelación, tan solo calma y sumisión. Lo que no sabe es que la bomba está a punto de estallar, que las ovejas son conscientes de su realidad, quieren dejar de estar sumisas en esta pompa de imaginación en donde se las obliga a estar, vivir para asentir, caminar para obedecer a alguien que no nos quiere ver evolucionar, para obedecer a alguien que no nos quiere ver pensar.
Tengo miedo, sí, miedo a que no me dejen actuar, miedo a que me obliguen a ser una oveja más.
Rocío Savas
Gracias Rocio por compartir, esta reseña que nos debe hacer pensar el mundo en el que estamos viviendo y debemos ser conscientes de que como no se tomen cartas en el asunto seremos "una oveja más"
ResponderEliminarInteresante reflexion,me encanta! Como se nota la madurez que vas ganando con cada texto. Sigues así, eres muy buena.
ResponderEliminar=)
Muchas gracias, vuestros comentarios me animan a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Rocío
Muy buena reflexión Rocío. Algún día despertaremos y ya será demasiado tarde.
ResponderEliminarSigue siendo así de crítica, un abrazo