A qué llamar hogar cuando mis paredes son de barro
y mi techo de cristal.
Cuando vivo entre los raíles
que separan casa de hogar.
Perdida en la dualidad de no saber diferenciar
qué me ata a cada mundo
dónde está la realidad.
Que ahora mi casa es tres números
de un ala par,
paredes naranjas,
pasillos sin final.
Entre el sur y la capital
mi corazón viaja en coordenadas,
partido a la mitad,
mas mis venas están atadas al mar.
Ahora que planté mis raíces
me vuelvo a marchar
lo que antes era principio
roza su final.
Coger las maletas y volver a empezar.
Vida nueva,
otro lugar.
Crisálida que teme a volar,
a salir de la burbuja que ha vuelto a crear.
Miedo a lo desconocido,
a la rapidez infernal,
solo queda retar al tiempo,
apostarnos la eternidad.
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